Elqui Opinión

Trump: del Dicho al hecho

Ana Vanessa Cárdenas; Académica Facultad de Gobierno U. Central y TEC de Monterrey

El presidente Trump se encuentra en un momento crítico de su gobierno. Es momento de ejecutar y medir la eficacia de su estrategia política, una vez que ya ha pasado la sorpresa e incertidumbre de su elección y se ha asumido su especial estilo de mandato basado en el uso de redes sociales, especialmente Twitter, la que se ha convertido en el medio principal para anunciar sus intenciones y difundir su discurso belicista, antinmigrante, proteccionista e incendiario.

No obstante su actividad, varias de las promesas de campaña se han visto obstaculizadas. Una de las más importantes por éste anunciadas -el desmantelamiento del Sistema de Salud, Obama Care- ha sido frenada por el Congreso estadounidense. La construcción del muro fronterizo con México ha sido otra de las acciones que más polémica ha desatado y también una de las que con más fuerza y contundencia ha asegurado cumplir.

Inicialmente prometió que dicho muro lo pagarían los mexicanos, sin embargo, parece que el mandatario cambió de idea y ahora amenaza con paralizar la administración pública estadounidense si no se le aprueba el presupuesto que solicitó para su construcción.

Recientemente las declaraciones del mandatario estadounidenses sobre los violentos enfrentamientos racistas en Charlottesville abonaron a su lista de reveses, incluso sirvió para sacar a la luz la desaprobación de varios miembros de su partido, incluidos los expresidentes Bush.

Frente a tanto revés interno, el complejo escenario internacional ofreció una oportunidad al Presidente Trump para cambiar el foco de atención hacia la política exterior, en la cual también observamos un abandono de los pilares de su campaña electoral. La política de aislacionismo y de no intervención han sido dejados de lado, retomando su discurso belicista contra los enemigos externos. Ejemplo de ellos han sido las fuertes amenazas en un mismo día hacia Corea del Norte y Venezuela. En ambos casos, las advertencias de Trump sirvieron a Kim Yong Um y Nicolás Maduro para fortalecer su discurso en contra el llamado imperialismo estadounidense.

No solo reveces; la declaración de no descartar una intervención militar en Venezuela fue una clara muestra del desconocimiento de la región por parte del presidente estadounidense, lo cual le quedó claro a su vicepresidente Mike Pence en su visita por Centro y Sudamérica. Cuatro países estratégicos y cercanos a EUA (Argentina, Colombia, Chile y Panamá) dejaron muy claro su rechazo a una intervención militar en Venezuela.

Otro revés entonces. Trump no desaprovechó la oportunidad y anunció una serie de sanciones en las que se prohíbe las negociaciones de deuda nueva y capital emitidas por el Gobierno de Nicolás Maduro y PDVSA (empresa petrolera estatal), así como las negociaciones con determinados bonos del sector público y los pagos de dividendos al gobierno venezolano.

Las nuevas medidas ciertamente presionarán la economía venezolana y al régimen de Maduro, sin embargo, anuncian que Trump ha descartado la opción de la intervención militar, de hecho, una vez más las restricciones estadounidenses no se atreven a suspender las importaciones de petróleo, sustento del sistema económico venezolano.

El caso Venezuela resulta ejemplificativo. Por una parte, se observa la prepotencia irreflexiva de un anuncio de voluntad, mientras que por la otra se percibe la inmediata moderación del mismo por parte de actores externos. Una y otra, acción y revés, serán importantes elementos para evaluar la eficacia y la ejecución de su discurso, o bien si éste sólo quedará como parte del historial de su cuenta de Twitter.

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