Elqui Opinión

El fin de la guerrilla literaria o luces de reconocimiento

Por: Cristián Brito Villalobos; Poeta y Periodista Magíster en literatura

Variopinto, diverso, multigeneracional. La nueva vanguardia, la  mirada post dictadura o los “yo no viví en dictadura pero acuso recibo”. Algo así. Atisbos de una definición tentativa a la nueva y extensa camada de escritores jóvenes que han visto la luz –alguno inclusive el reconocimiento- dentro de los ya conocidos y reiterados nombres de los catálogos de librerías.

Asoman voces nuevas, frescas, cuya óptica es diferente. Los “novísimos” como los llamaremos tentativamente por ahora, serían los escritores cuyas edades fluctúan entre los 25 y 40 años.

Dentro de este parámetro –antojadizo, por cierto, como la mayoría de las nomenclaturas en el arte- este grupo de narradores, escritores, filósofos, traductores, periodistas y ensayistas resaltan apellidos ya conocidos dentro del mundo de las letras contemporáneas.

 A saber; entre  narradores Maori Pérez, Simón Soto, Antonio Díaz Oliva, Juan Pablo Roncone, Daniel Hidalgo, Natalia Berbelagua, Romina Reyes, Ignacio Fritz, Pablo Toro, Diego Zúñiga, son solo algunos de los nombres que destacan o poetas como Rafael Rubio, Marietta Rodríguez,  Gladys González , Anita Montrosis, Rodrigo Olavarría,  Juan Manuel Silva Barandica, Elias Hienam, Paula Ilabaca, la serenense Natalia Figueroa, Pablo Paredes, Héctor Hernández Montesinos, entre tantos otros, en su mayoría menores de 35 años, conforman el selecto grupo de las nuevas voces literarias chilenas que han surgido con una fuerza y rabia  inmensa, transformándose muchos de ellos en líderes de opinión, con premios y elogios de sus pares y constantes y apariciones en prensa.  Junto a ellos, también asoman las editoriales independientes, aquellos emprendimientos impulsados para fomentar la lectura y promocionar nuevas voces pero que, a diferencia de los grandes conglomerados editoriales como Pengüin Random House, Planeta o FCE, se han reunido en la agrupación “La Furia del Libro”, que ahora son el nicho y a veces trampolín tan esperado por los novatos escritores.

Publicar libros dista mucho de ser escritor. Para un escritor, primero que todo, debe haber un compromiso y necesidad genuina de escribir, no debe ser un mero hobby. Hablamos de  un trabajo, si bien no remunerado, un deber, a fin de cuentas. La realidad cultural chilena dista mucho de la de países desarrollados, sólo basta ver la cantidad de librería y espacios culturales existentes en nuestra ciudad para darnos cuenta que el tema nunca ha sido una prioridad y, es ahí cuando estas nuevas plataformas resaltan como una real posibilidad de difundir las letras.

Antes se conoció la guerrilla literaria, cuando Neruda, De Rohka y Huidobro de daban de palazos, hoy todo ha cambiado y la unión y lealtad que se ve en el renovado ambiente literario permite mirar las cosas con optimismo.

Chile es un país rico en talento, se extraña un real apoyo. El fin de esta columna se engloba con este breve poema del chileno Jorge Montealegre:

Frutos del país

Que yo sea un poeta del montón

Habla muy bien de mi país: en Chile

Hay un montón de poetas.

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