Cultura

Los años de la pequeña Gabriela Mistral junto a su hermanastra y referente, Emelina Molina, El Molle

Siendo adulta es muy posible que haya pasado por fuera de El Molle, en 1938 y 1954, después de haber revolucionado la educación pública en México.

Cuando en el año 1891, a sus cortos tres años de vida, la pequeña Lucila de María Godoy Alcayaga, sufrió el abandono de su padre, el profesor Gerónimo Godoy; fue su hermanastra por el lado materno, Emelina Molina  quien se hizo cargo de ella. Así es como Emelina, maestra y directora de la escuela de Montegrande, se transforma en su figura adulta referente.

Esa es una de las razones por la cual la escuelita de Montegrande fue declarada monumento nacional; ahí es donde la poetisa aprendió a leer y escribir, y años más tarde, hiciera una dedicatoria de ese lugar.

Tiempo después, en 1901, Emelina contrae matrimonio con José de la Cruz Barraza y tras vivir un tiempo en Vicuña, La Serena y Coquimbo, se establecen por un par de años en la localidad de El Molle.

“Uno de los testimonios de este paso por El Molle es el catre que ocupó Gabriela, que aún se conserva en el museo de Vicuña. Este fue donado por el vecino Rigoberto Mery, en 1950, dado que este recinto nace por la iniciativa de los propios habitantes del Valle del Elqui. Junto a esta cama, Don Rigoberto dona algunas fotos y un par de retratos”, comenta Oscar Hauyon, encargado de Desarrollo Institucional del Museo Gabriela Mistral.

Dónde vivió exactamente es un misterio. No hay un mapa o información que pueda establecer el lugar donde estaba esa  casa. Sólo se sabe que siendo niña, Gabriela Mistral vivió junto a su hermana Emelina en El Molle. La misma hermana que sostenía económicamente la familia conformada además por la madre, Petronila Alcayaga, y de quien la poetisa recibió el ejemplo profeminista, que le enseñó a leer, y que le abrió un mundo que pudo proyectarla como una  celebridad en las letras universales.

Siendo adulta es muy posible que haya pasado por fuera de El Molle, en 1938 y 1954, después de haber revolucionado la educación pública en México. En  ese periodo vuelve a Chile en viajes muy cortos y finalmente, con el premio Nobel en sus manos y recibida como una heroína.

“El paso de Gabriela Mistral por esta localidad tiene que ver con ese episodio. Lucila Godoy, todavía en ciernes como mujer y observadora de la naturaleza humana, como una niña que descubre el mundo a través de estos viajes pedagógicos o profesionales de su hermana, se va transformando en la primera latinoamericana, premio Nobel de Literatura”, concluye Hauyon.

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