Elqui Historias

La Flor de La Higuera

Recopilación por: Juan Carlos Robles

Se cuenta  entre las historias de un viejo y casi olvidado pueblo  del  valle elquino, que entre las higueras de las quebradas y las lomas añejadas, se espera con ansias la encantadora belleza de una delicada y hermosa flor de color amarillo como el sol, que florezca sobre lo alto las copas de los  higuerales en la noche de San Juan; se dice que este caso le ocurrió  a un vecino del vecino del  mejor amigo de un primo lejano por parte de la abuela materna del abuelo más viejo del pueblo; más bien una leyenda:

Era un  viejo carbonero  cuyo nombre ya no tiene importancia,  que pasaba  al caer la noche, por  un  higueral ,acortando  el camino para llegar a su casa y descansar de su dura  jornada; caminante  distraído que pensaba en el abrigo de su hoguera sentir y el tibio plato con sopa que su mujer preparaba para su llegada; pensando también en sus pesares, pues el pan y la comida que se ganada con el sudor de su frente  y sangre de sus manos, cada vez costaba más y ya no era tan joven como para continuar trabajando como lo venía haciendo ya hace más de 40 años.

Todas las noches tomaba el mismo camino iluminado por la luna como un candil sobre su cabeza, observando el camino dibujado por el paso de hombre entre las higueras de aquella quebrada  junto al estero del cual bebía y se refrescaba; aquel día su jornada había acabado con su espalda y sus riñones  y su caminar se hacía a cada tranco, mas cadencioso para llegar  a su casa; se dijo cansado:

– Estoy agotado, es mejor descansar  un rato y  se tiro a reposar  junto al estero. Sin darse cuenta de las horas corrían sin parar, la noche lo sorprendió en plena quebrada y aunque la luna siempre lo iluminaba se sintió desorientad o y asustado, comenzó a caminar y poco a poco entre las higueras se fue perdiendo, muy preocupado pensó:

– Mi mujer me está esperando, debo llegar.

Su corazón empezó a latir con fuerza y a desesperarse al darse cuenta que en su caminar había dejado caer el pan del día que debía llevar a su casa, pan que cocinaba en los rescoldos del horno carbonero, daba vueltas y vueltas sin poder encontrar la salida del higueral, cuando  de pronto  cayó  a un claro entre las higueras,  detuvo  sus pasos  se dijo a si mismo:

-¿Y este lugar?… este claro no lo visto jamás, en donde está el estero  que  siempre  me guía para llegar a mi hogar?

Se preguntaba sin hallar respuesta a su encrucijada; miraba la luna y pensaba para sí:

– La luna es hermosa, toda llena y blanca como la leche y redonda como el queso que mi abuela sabia  preparar

Agotado y sin más, al pie de una higuera se sentó a pensar, alzando su mirada sobre la copa de  aquella  pudo  ver  una flor grande y hermosa de pétalos amarillos en lo alto de su copa, después de observarla y admirarla se dijo así mismo:

-No tengo pan para mi casa, pero si puedo llevar esa flor a mi esposa le dará alegría y así no llegó con las manos vacías

Después de analizar lo cómo haría para bajar aquella flor, puso todo su esfuerzo  para trepar aquella higuera cómo cuando de niño siempre lo hacía, logró alcanzarla  y con delicadeza tomo de ella y la dispuso con cuidado para no maltratarla pues no quería que perdiera aquella  belleza  pues estaba  seguro  que sería un gran  placer para su esposa.

Al  llegar al suelo un extraño hombre se le presentó y le preguntó:

– ¿Para qué quieres esa flor?

El respondió:

– Para darle alegría a mi esposa  para  no llegar con la manos vacías, pues vera, me perdí entre las higueras y también perdí mi pan el que llevaba  a mi casa

Aquel extraño, bien vestido de pie a cabeza, con un traje negro y un sombrero de ala ancha, se dispuso a acompañarlo y en el camino el hombre le fue contando sus pesares y del cansancio de sus años, el extraño del traje elegante sólo escuchaba y lo guió  hasta el estero  que el hombre buscaba como señuelo para  llegar hasta su casa, al encontrar el camino correcto  le dijo agradecido  a su compañero:

– Gracias por su compañía y vea, ha sido un buen compañero de viaje, algún día espero volver a verlo

A lo cual, el extraño le respondió:

– Sólo una vez en la vida me suelen ver, regrese a su casa y este seguro que jamás volverá a tener necesidades.

Sin prestar mucha atención a  aquella expresión, el hombre apresuro el paso y con la flor entre sus manos llego a su casa en cuya puerta su esposa se encontraba preocupada por la extraña tardanza  de su marido; al verse a lo lejos  corrieron ambos  al encuentro, se abrazaron y besaron olvidando el mal momento pasado; el hombre no se había percatado que en el  abrazar  tan fuerte a su mujer  la bella flor se había aplastado, triste y desconsolad o miro a su esposa  y  le dijo:

– Esposa mía, mira, esta flor de la higuera que corte para y así  no llegar a casa con las manos vacías, quise  darte una  alegría y te doy una flor casi molida, disculpa esta mi torpeza.

La mujer tomo la flor entre sus manos, arregló sus pétalos, beso la frente de su marido y le dijo:

– La alegría es poder tenerte de vuelta en casa y esta flor la pondremos en un vaso con agua en la ventana  y  ya verás que por la mañana el roció del amanecer la hará despertar otra vez.

Los dos entraron en su casa, la mujer hizo como había dicho y se fueron a la cama; el amanecer  y  el sol radiante del nuevo día entraba por las rendijas de la ventana y en ella se encontraba el vaso con agua en donde la mujer había dejado aquella flor la noche  anterior; era un  nuevo despertar y el hombre como todas las  mañanas se disponía a comenzar su jornada, grande fue la sorpresa y tristeza a la vez,  al ver que la flor que la mujer habíapuesto en la ventana ya no se encontraba, se acercaron los dos a ver aquel vaso con agua «vacio», pero antes de ponerse a llorar , tuvieron otra sorpresa  aun mayúscula, ninguno sabía cómo explicar los que sus ojos veían , vieron que en el agua del vaso  se hallaban sumergidos los pétalos de la flor convertidos en oro puro y macizo ;  se miraron, sonrieron y dijeron:

– Ya no nos  debemos  preocupar  más por  nuestras miserias y necesidades.

Aquel  viejo carbonero,  cuyo nombre ya nadie se acuerda, le contó esta  historia a su mejor amigo y así fue  como se hizo conocida en todos los pueblos y quebradas del Valle de Elqui: La Historia de la Flor de la Higuera, la misma que jamás ha vuelto a ser vista por ninguno otro ser humano, al menos hasta los días de hoy.

 

(Leyenda recopilada por Juan Carlos Robles, en las grandes pelas de duraznos tan típicas del Valle de Elqui en el siglo pasado)

Cristian Pérez Trujillo

Periodista, Licenciado en Comunicación Social, de la Universidad de La Serena. Nacido en Vicuña y criado en el Valle de Elqui. Amante de la tierra elquina, de los deportes y la cultura.

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