Elqui Historias

El Zorro de Fuego

Por: Juan Carlos Robles

Esta  leyenda  me la contaron en la localidad de Chapilca, a raíz de largas y amenas conversaciones que sostuve con los lugareños en las  frías y oscuras noches de invierno, a la luz de un generoso fogón, mientras el mate oloroso  circulaba de mano en mano y de boca en boca.

Cuentan los antiguos que en los años` 30, este poblado no era mas que una aldea con un puñado de casas  dispersas, franqueadas por cercas que separaban los huertos; huertos frutales, con olorosos durazneros, uvas, granadas, higuerales y un sin fin de frutos generosos que  ofrecía la madre tierra.

Se dice que invierno del ‘31 fue crudo e implacable, las nevadas cubrían el Valle del Río Turbio en los meses de junio a agosto, por lo que los animales de hábitat natural como guanacos, pumas y zorros bajaban de la alta montaña huyendo de las nevazones, acercándose,  peligrosamente, al poblado. El caso es que un zorro culpeo se había cebado y todas las noches se metía en los gallineros de los aldeanos para robarles sus gallinas,   importante fuente alimenticia para ellos por el huevo y por supuesto la carne.

Aburridos  con las correrías del zorro se reunieron varios vecinos afectados y decidieron tenderle una trampa al astuto animal, reforzaron con coligües uno de los gallineros de un vecino, dejaron unas gallinas dentro de él, la puerta semi abierta y llevaron los perros hacia otro lugar del pueblo de manera que nuestro visitante nocturno no tuviera dificultades para llevarse las apetitosas presas.

Pasaron varias noches en vela esperando que el astuto visitante cometiera sus fechorías pero este no daba señales de vida,  un viernes cuando ya algunos vecinos habían desistido de la cacería a eso de la media noche se sintió el cacarear de gallinas en el gallinero de doño Antonio, presurosamente corrieron a tropezones en la oscuridad a cerrar fuertemente la estrecha entrada del gallinero, cuando llegaron los demás vecinos, alumbrando las tinieblas con chonchones a carburo, vieron dentro de la trampa un hermoso ejemplar de zorro culpeo de pelaje rojizo erizado por la adrenalina del momento, que los trataba de agredir dando certeras dentelladas a los duros coligües de la trampa, los aldeanos trataron de darle muerte con fierros y otros objetos contundentes, pero el fiero animal estaba decidido a vender cara su vida, se defendía dando mordiscos. A diestra y siniestra, fijando sus ojos rojos como brasas ardientes en los rostros de los asustados campesinos.

En estos menesteres estaban cuando a uno de los paisanos se le ocurrió la más fatal y macabra de las ideas.  ¡Prendámosles fuego al gallinero!  grito doño Ramón en un acto desesperado, no pasaron ni tres segundos cuando una antorcha  salio volando y fue a caer sobre el techo de coirón del gallinero, el que ardió  como yesca, mientras que adentro se debatía el pobre animal desesperado por escapar dando alaridos de dolor y espanto, lo estaban quemando vivo.

Dicen que crujieron los coligües y el armado del gallinero se derrumbó estrepitosamente envuelto en una bola de fuego; he aquí lo mas increíble, del medio de las llamas salio el zorro, al que ya creían muerto, escapando ardiendo en llamaradas, covertido en una pira animal, dicen que la bestia antes de  perderse noche adentro se detuvo y miro al grupo de parroquianos y lanzando un feroz aullido, como una fatal sentencia, se perdió en la oscura noche de los campos chapilcanos.

En vano buscaron los vecinos en los días posteriores el cadáver del zorro, recorrieron cerros, campos, quebradas y nada, el zorro de fuego quedo suspendido el misterio de la noche.

El tiempo paso lentamente y vinieron días mejores del brazo de la primavera, luego el verano con sus tareas de cosecha y carnavales, así,  la comunidad se fue olvidando del macabro episodio del zorro de fuego, como ellos mismos lo bautizaron con burla tiempo después,pero llegó nuevamente el invierno con sus noches oscuras y frías y en el pueblo empezaron a ocurrir cosas extrañas por decir lo menos. Dicen que por las noches más oscuras, a eso de la media noche, se escuchaba el grito característico de un zorro en las cercanías del  caserío. Una noche doño Antonio, inquieto ya por el grito del animal, decidió salir a espantarlo, porque seguro pensó para sus adentros, este es otro maldito que me esta olfateando las gallinas, tomó su mohosa escopeta se puso los pantalones y salio a enfrentarse con él, en la oscura noche, pero grande fue su sorpresa cuando vio encaramado a una  pirca el  zorro envuelto en llamas que lo miraba fijamente,y  parecía reír cuando le mostraba sus afilados colmillos, doño Antonio, hombre de campo, curtido y rudo, no fue capaz de resistir tamaña visión y cayó muerto ahí mismo a causa de impresión.

Dicen los lugareños que en pocos años fueron muriendo uno a uno los hombres que le habían tendido la trampa al zorro, y lo mas curioso que ninguno murió de alguna enfermedad  o accidente, sino que simplemente amanecían muertos.

Hoy por hoy queda solamente uno de los seis cazadores del zorro y actualmente vive en la localidad de Chapilca, y muchos aseguran que han visto por las noches invernales el zorro de fuego rondando el rancho de este parroquiano, dicen las ancianas de la localidad que la maldición del zorro de fuego se extinguirá con la vida del ultimo cazador, por eso cuando en las noches se escucha el grito de algún zorro en las cercanías del poblado, las más antiguas se persignan exclamando:  ¡Santa Ana parió a  María, Santa Isabel a San Juan, con estas cuatro palabras las bestias se han de callar!

 

 

 

 

 

 

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