Entrevistas

Arzobispo René Rebolledo: «El caminar de la Iglesia en Chile debe ser animado por las Orientaciones Pastorales del Episcopado»

El Arzobispo de La Serena, René Rebolledo Salinas, Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile desde el 17 de abril de 2024, revisa aspectos de la realidad social y política de nuestro país de este tiempo, especialmente los desafíos de este organismo de los Obispos que preside. En conversación desde la Región de Coquimbo, conocida por sus cielos prístinos que invitan a contemplar el cosmos y lo trascendente, el Arzobispo René Rebolledo Salinas reflexiona sobre el caminar pastoral de la Iglesia, así como sobre los desafíos del país y el mundo. A un año de haber asumido esta responsabilidad al servicio del episcopado chileno, comparte con mirada serena y agradecida el horizonte que anima su ministerio: la centralidad del Evangelio desde las Orientaciones del Episcopado, la sinodalidad como estilo eclesial y la esperanza como don necesario en tiempos de complejidad social, política y cultural.

Hace poco más de un año, sus hermanos Obispos lo eligieron Presidente de la Conferencia Episcopal. ¿Desde qué horizonte aborda este servicio?

Ante todo, agradezco a mis hermanos Obispos por la confianza depositada en mi humilde persona. Les manifesté que asumía este servicio contando con la ayuda indefectible de nuestro Señor, así como con la generosidad de cada uno de ellos, especialmente la del Comité Permanente. Lo que afirmé en ese entonces se ha convertido hoy en una hermosa constatación: la comunión, la fraternidad y la gran colaboración que experimento por parte de mis hermanos Obispos. Me acompaña en la gestión un excelente Comité Permanente, cuyos integrantes son verdaderos hermanos, corresponsables en la misión común, conformando una instancia de servicio unida. Gracias señores Obispos Ignacio Ducasse, Juan Ignacio González y Cristián Castro. Gracias señor Cardenal Fernando Chomalí.

El horizonte desde el cual abordamos nuestra misión en la Conferencia Episcopal es el anuncio del Evangelio. ¡Esta es nuestra prioridad: la misión evangelizadora de la Iglesia! Este objetivo lo asumimos con las Orientaciones Pastorales acordadas en la III Asamblea Eclesial Nacional, para el periodo 2023-2026, celebrada entre el 7 al 10 de octubre de 2022 en Santiago. Representantes laicos y agentes pastorales de todas las Circunscripciones eclesiásticas del país, así como religiosas y religiosos, diáconos, sacerdotes y obispos, nos propusimos: “Anunciar a Jesucristo caminando juntos”, como reza el título de la publicación. Es hermoso recordar esa magna asamblea -sobre 600 participantes- en la que cada uno aportó desde la vida de las comunidades que representaba: sus gozos, desafíos y esperanzas. Todos en comunión contemplando el camino recorrido, proyectando la vida y la misión de la Iglesia en nuestro país, en las actuales circunstancias.

Considero que nuestro servicio debe ser animado por las Orientaciones Pastorales, especialmente afrontando los desafíos prioritarios, que son: animar y fortalecer procesos evangelizadores desde la centralidad de Jesucristo; fomentar relaciones más evangélicas y estructuras más sinodales en nuestra manera de ser Iglesia; vivir nuestra misión profética en medio del mundo en diálogo con la cultura, saliendo al encuentro de los pobres y los jóvenes; seguir promoviendo en nuestra Iglesia una cultura del cuidado y buen trato.

Evidentemente, en el caminar pastoral surgen otros desafíos que también es necesario atender. Algunos pueden ser de carácter eclesial, como la recepción del Documento Final de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos -Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión- y otros provenientes de los signos de los tiempos, sean estos de carácter universal, nacional o local.


Respecto de los acontecimientos recientes de la Iglesia Universal que han llamado la atención del mundo: ¿Cómo recordará usted al Papa Francisco?

La respuesta es fácil y, a la vez, compleja. Fácil, pues se puede evocar algún aspecto de su rico Magisterio para responderla. Compleja, pues justamente su enseñanza es tan amplia, profunda y trascendente que cualquier intento de respuesta sería limitado.

Me permito, más bien, una memoria agradecida. Su viaje a Chile, ha marcado un antes y un después de la Iglesia en nuestro país. Nos ha animado a mirar de frente el dolor causado por los abusos, impulsándonos a construir una cultura del cuidado que impregne nuestras formas de relacionarnos y todo el quehacer eclesial. Valoramos las cartas que nos ha enviado Al Pueblo de Dios que peregrina en Chile. Desde su palabra y ejemplo, proseguimos una formación en prevención a miles de agentes pastorales, laicas y laicos; acompañamiento a víctimas, como también avanzando hacia caminos de reparación. Obviamente, estamos formándonos también nosotros los obispos, sacerdotes, diáconos, religiosas y religiosos respecto a este importante desafío.

Para responder puntualmente la pregunta, pienso en dos gestos de Su Santidad Francisco ya al final de sus días, que dan cuenta de su hondo sentido pastoral, más aún en su precario estado de salud, los cuales podemos apreciar como un verdadero testamento. El primero: su visita al centro penitenciario Regina Coeli, el 17 de abril -Jueves Santo- para encontrarse con 70 reclusos y saludar al personal de la prisión. Este gesto nos enseña a estar siempre, como nuestro Maestro, al lado de los más pobres, sufrientes y abandonados, viviendo las obras de misericordia. El segundo: la bendición que dio a la Iglesia y al mundo el Domingo de Pascua, en un gesto lleno de debilidad humana, pero también de la fortaleza del hombre de Dios que da su vida por las ovejas hasta el precio de sí mismo, para pedir por la paz. Este gesto hermoso, también de despedida, nos conmueve y alienta a desgastarnos por Cristo hasta la entrega de nuestra propia vida.

¿Cómo acogió la noticia de la elección del Santo Padre León XIV?

Nos encontrábamos reunidos los Obispos en la 131a Asamblea de la Conferencia Episcopal, del lunes 5 al viernes 9 de mayo en Padre Hurtado. Recibir este anuncio en la comunión y fraternidad de la Asamblea, obviamente unidos a nuestras comunidades y a la Iglesia Universal, lo estimo una especial bendición del Señor. Una gran alegría y emoción, así como una esperanza bien fundada.

El lunes 5 de mayo me correspondió presidir la Eucaristía en la Asamblea, la que ofrecimos por el Santo Padre Francisco, agradeciendo a Dios su vida y misión. El jueves 8, conocida la elección del Santo Padre León XIV, encomendamos al Señor y a la Virgen santa, su servicio Petrino. En este mes y medio transcurrido desde su elección, el Papa nos anima en su persona, gestos, palabras y prioridades a amar al Señor, a su Iglesia y, en ella, a los más pobres y necesitados, retomando y reforzando los llamados a desarmar las palabras y las acciones, por el bien y la paz de la humanidad.

El Papa Francisco convocó al Año Jubilar 2025 con el lema: “Peregrinos de Esperanza”. ¿Cómo este tiempo de gracia y bendición puede ayudar a la Iglesia y a la sociedad chilena en los desafíos actuales?

Su Santidad Francisco convocó a un Jubileo Ordinario, que él inauguró el martes 24 de diciembre de 2024, con la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano. Lo propio hizo cada Obispo en la Circunscripción eclesiástica que preside, el domingo 29 de diciembre del año pasado, Fiesta de la Sagrada Familia. Destaco la bula de convocatoria Spes non confundit (“La esperanza no defrauda”, Rm 5, 5), donde el Santo Padre expresó su anhelo de que este Año Jubilar “pueda ser para todos un momento de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, ‘puerta’ de salvación (cf. Jn 10, 7. 9); con Él, a quien la Iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos como “nuestra esperanza” (1 Tm 1, 1)”.

Sin duda, cada uno de nosotros es testigo de la alegría y los frutos en las comunidades que dan cuenta de este año de bendición y gracia. El sugerente lema escogido por el Santo Padre Francisco para este Jubileo, Peregrinos de Esperanza, nos impulsa a seguir anunciando la alegría y la esperanza en Cristo a un mundo que sufre por las guerras y tantas otras situaciones, como a un Chile herido por la violencia y otros numerosos hechos delictuales que, por sus características de crueldad, hasta hace poco nos resultaban ajenos.

Quiera el Señor que a todos sus hijos e hijas, discípulos misioneros, viviendo a fondo el lema Peregrinos de Esperanza y concretando los anhelos manifestados por el Papa Francisco -especialmente el “encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, ‘puerta’ de salvación”- este Jubileo nos ayude decididamente a fortalecer la centralidad de Jesucristo en nuestras vidas, familias y comunidades; de tal modo que irradie en la cultura, fortaleciendo de este modo nuestra misión profética en el encuentro con los jóvenes y los pobres, como con las hermanas y hermanos vulnerados.

Después de la celebración de la Primera Jornada Nacional de la Juventud en La Serena, ¿Qué frutos concretos espera que este encuentro aporte a la Pastoral Juvenil de la Iglesia en Chile?

Ante todo relevar que, la Primera Jornada Nacional de la Juventud -realizada del martes 21 al domingo 26 de enero de 2025- ha sido un acontecimiento muy esperanzador: ¡Una verdadera fiesta de la fe y un motivo de profunda alegría! El acontecimiento vivido en La Serena marcado por las celebraciones, los cantos, el diálogo y el deseo de dar testimonio, nos alienta y provoca a renovar los esfuerzos por evangelizar a los jóvenes junto a ellos.

En cuanto a los frutos, confiemos en el Señor que se produzcan abundantemente, según su voluntad. De hecho, ya hemos recibido testimonios maravillosos de la obra del Señor en numerosos jóvenes que participaron de esta Primera JNJ.

Es un verdadero desafío potenciar en las comunidades juveniles de las parroquias, colegios, universidades y movimientos apostólicos la relación humana, fraterna y cordial que surgió entre ellos como fruto precioso de esta jornada. ¡Qué hermosas fueron las celebraciones eucarísticas, los Vía Crucis, la adoración al Santísimo Sacramento! Tantos gestos conmovedores por parte de los jóvenes expresaron con claridad la centralidad de nuestro Señor en sus vidas.

Que importante es incentivar, a todo nivel, el acercamiento a los jóvenes, brindándoles también el espacio que esperan y al cual tienen derecho en la vida eclesial y social.

Confiamos y esperamos llevar adelante una profunda evangelización del mundo juvenil, como desafío prioritario de este acontecimiento eclesial, que dé hermosos frutos de adhesión al Señor y a su Iglesia. Que los numerosos jóvenes alejados del Señor y de la Iglesia -por diversas razones- evangelizados por otros jóvenes, encuentren en Él un porvenir y una esperanza, comprometiéndose con su Evangelio de vida, capaz de transformar todas las cosas.

En cuanto a lo sociopolítico, Chile se prepara para un nuevo proceso electoral a final de año. ¿Qué llamado hace la Iglesia ante las próximas elecciones?

Veo las elecciones como una nueva oportunidad. Ante todo, para participar activa y corresponsablemente, generando espacios de diálogo y discernimiento que favorezcan el bien común. Tengo presente lo que hemos afirmado en el Mensaje al término de la 131a Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal: “A pesar de la polarización política, el hecho de que caminamos hacia elecciones presidenciales y parlamentarias puede ser una providencial oportunidad para que los distintos actores políticos y sociales, más allá de las legítimas diferencias que los distinguen, derriben ‘muros’ ideológicos, dejen atrás la violencia verbal y alcancen un gran acuerdo nacional sobre las materias aludidas, que trascienda sus intereses particulares, poniendo en el centro el bien común de Chile”.

Es necesario generar acuerdos por el bien de nuestro país, un desafío que nos compromete a todos. Quienes ejercen la autoridad institucionalmente, así como los actores políticos y sociales, deben responder ante la ciudadanía de su real intención y por sus esfuerzos en pos del mayor bien para Chile. En ello se verifica su auténtica vocación de servicio y el cumplimiento del compromiso que asumieron con el voto de confianza que la ciudadanía depositó en ellos.

Por nuestra parte, a lo largo de la historia del país, la Iglesia ha buscado favorecer este anhelado diálogo y acuerdo. Así lo expresamos también en el Mensaje citado: “Nosotros como pastores y ciudadanos, reiteramos nuestro compromiso para colaborar activamente en favorecer el encuentro, el diálogo y el acuerdo entre los distintos actores sociales, porque estamos convencidos que para enfrentar los flagelos que hoy nos afectan hemos de trabajar juntos –y no divididos– por el bien común de Chile”.

Tanto la Asamblea de la Conferencia Episcopal en pleno, como también el Comité Permanente, se han pronunciado reiteradamente acerca de los proyectos de Aborto y Eutanasia en nuestro país. ¿Cómo responder ante estas situaciones límites?

Ante todo, manifestando nuestra cercanía, oración y ayuda concreta con quienes sufren en relación al aborto y la eutanasia. Asimismo, proclamamos “a tiempo y a destiempo” que la vida es un precioso don de Dios. Como Iglesia, invitamos a buscar el camino del Señor para afrontar los retos relativos al aborto y a la eutanasia que nos implican a todos, en el respeto a la dignidad y a los derechos de toda mujer y cada hombre, por ser hijos de Dios y hermanos de nuestro Señor.

De la dignidad de la mujer y del hombre emanan derechos que nadie debe conculcar, ya que los poseen por su propia naturaleza. Uno de ellos, y fundamental, es el derecho de la vida, que debe ser respetado en su plena dignidad en todo tiempo y circunstancia, de igual modo en sus fases, desde la concepción y hasta su término natural. ¿No es ésta la mejor correspondencia al don recibido?

La crisis que se produce debido a los proyectos de ley sobre el aborto y la eutanasia la afrontamos exponiendo argumentos de razón, así como con reflexiones basadas en los valores más nobles de nuestra tradición cristiana, especialmente aquellos que provienen del Evangelio de vida. Ante estos enormes desafíos, justamente en el Año Jubilar, tenemos la oportunidad de “dar razón de nuestra esperanza” (1 Pe 3,15), dando testimonio de nuestra alegría por la vida en Cristo. Efectivamente, la vocación del ser humano le exige elevar su mirada a Dios y no autoerigirse como señor, mucho menos de la vida. El Señor nos ama; por ello nos dio la vida, nos sostiene en ella y Él es el único Dueño de la Vida.

Nunca estará demás invitar a todos a forjar una cultura que entienda la propia vida, y también la de los demás, como un gran misterio y un precioso don del Señor. Salgamos al encuentro de las hermanas y hermanos que el mismo Señor pone en el camino de nuestras vidas, especialmente de quienes están sufriendo, inclinándonos ante su gran dignidad de hijos e hijas de Dios, respetando su vida e historia, sus sueños realizados, como los no cumplidos, así como sus grandes anhelos.

Vayamos por la vida agradeciendo este gran don. También es hermoso manifestar gratitud a Dios por el precioso y sagrado regalo de la vida de los demás.

Finalmente, hace unos días (el pasado 19 de junio) celebró 21 años de ministerio episcopal, ¿Qué signfica para usted estos años siendo pastor en medio del Pueblo de Dios?

Con profunda gratitud a Dios, así como a mis hermanos Obispos y a todos quienes me han acompañado con su oración, cercanía y consejo a lo largo de estos años, celebré la santa Eucaristía de ese día. Fui ordenado Obispo por el señor Cardenal Francisco Javier Errazuriz Ossa en la Catedral San Mateo de Osorno el 19 de junio de 2004, en un día lluvioso. Recuerdo con gratitud a los que me acompañaron en esa celebración: numerosas personas que realizaron ingentes sacrificios para viajar desde lugares lejanos hasta Osorno.

Ese acompañamiento lo he experimentado a lo largo de estos 21 años de ministerio episcopal. Es la “unción” con la que el pueblo bendice a sus pastores. El Señor sabrá recompensarles por su gran generosidad, constante oración y valiosa ayuda, que aprecio profundamente. ¡La fidelidad del Señor es grande; es lo que experimento cada día!.

Cristian Pérez Trujillo

Periodista, Licenciado en Comunicación Social, de la Universidad de La Serena. Nacido en Vicuña y criado en el Valle de Elqui. Amante de la tierra elquina, de los deportes y la cultura.

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